ESPASMO III: LA HISTORIA DEL PANADERO
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Le despertaron con bizcochos; le animaron con hielo, les despertaron con mostaza y con berros; le animaron con mermeladas y con juiciosos consejos, y le pusieron acertijos para que los adivinara. Cuando por fin se incorporó y pudo soltar palabra, ofreció explicarles su triste historia. Y el capitán gritó: “¡Silencio! No quiero oír ni una mosca”, y agitó su campana con gran excitación. Se hizo un supremo silencio. Ni un chillido, ni un giro, apenas algún que otro lamento o gemido se oyó… mientras el hombre a quien llamaban “¡Eh!” explicó su calamitosa historia con antediluviana entonación. “Mi padre y mi madre eran pobres, pero honrados.” “¡Ahórranos todo eso!”, bramó impaciente el capitán. “Si se nos hace de noche ya no habrá posibilidad de ver al snark, No podemos perder ni un momento.” “Me saltaré cuarenta años”, dijo casi llorando el panadero, “y seguiré adelante sin hacer más observaciones hasta el día en que me enroló en su navío para ayudarle en la caza del snark”. “Un tío mío muy querido (precisamente llevo su mismo nombre) observó, cuando nos despedíamos…” “¡Oh, sáltate también a tu querido tío!”, exclamó furioso el capitán mientras tocaba la campana. “Me hizo notar entonces”, continuó diciendo aquel santo varón: “Si un snark es un snark, está bien. Tráelo a casa por todos los medios: puedes servirlo con ensalada y también vale para encender el fuego. “Puedes buscarlo con dedales y buscarlo también con cuidado. Puedes perseguirlo con tenedores y esperanza. Puedes amenazarlo con una acción de los ferrocarriles y puedes cultivarlo con sonrisas y jabón.” “¡Ese es exactamente el método!, aseguró el capitán en un súbito paréntesis, “Así es exactamente como siempre me han dicho que debería intentarse la captura del snark.” “Pero, ¡oh refulgante [refulgente+fulgurante] sobrino mío!, ¡guárdate bien si tu snark es un búcham!, porque entonces súbita y suavemente desaparecerás, ¡y no aparecerás nunca jamás!” “Esto es…, esto es lo que oprime mi alma al recordar las últimas palabras de mi tío. Mi corazón se asemeja a un cuenco rebosante de cuajos palpitantes.” “Esto es…, esto es…” “¡Ya nos lo has dicho antes!”, dijo indignado el capitán. Y el panadero contestó: “Déjeme decirlo otra vez. Esto es…, esto es lo que me produce pavor.” “Todas las noches entablo en sueños una lucha delirante con el snark. Y en esas fantasías lo sirvo con ensalada y lo uso para encender fuego. “Pero si alguna vez tropiezo con un búcham, ese día, al momento (de eso estoy seguro), súbita y suavemente desapareceré. ¡Y esa idea no la puedo soportar!”
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