CANTO II: LAS CINCO NORMAS
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«La primera, pero no suponga usted», dijo,
«que estoy poniéndole una adivmanza …
Es…, si la víctima estuviese en la cama,
no toques las cortinas de la cabecera,
sino que usa las del medio.
Muévelas despacio de dentro a fuera,
mientras las separas,
y en un minuto, sin duda,
levantará la cabeza y mirará alrededor
con ojos llenos de ira y temor.
En ese momento tú no debes, bajo ningún concepto,
hacer la primera observación.
Espera que la víctima empiece.
Ya que ningún fantasma con sentido comun
empieza una conversación.
Si dijera: ‘¿Cómo has llegado hasta aquí?’
(Cómo usted empezó, señor),
en tal caso, tu opción es clara:
‘¡A la espalda de un murciélago, querido!’,
es la respuesta apropiada.
Si tras eso no dice nada,
será mejor que reduzcas tus esfuerzos…
Vete y sacude la puerta,
y si entonces empieza a roncar,
sabrás que todo ha sido en vano.
Por el día, si está solo…
en la casa o de paseo…
simplemente da un profundo gemido,
para indicar la clase de tono
en el que tú deseas hablar.
Pero si le encuentras con sus amigos,
el asunto es más difícil.
En tal caso el éxito depende
de recoger algunos cabos de vela,
o mantequilla de la despensa.
Con esto te debes hacer un tobogán
(funciona mejor con sebo),
sobre el que tú te debes deslizar
para moverte de un lado a otro…
Pronto se aprende a hacerlo.
La segunda nos dice lo que es correcto
en citas ceremoniosas:
‘Primero enciende una luz azulo carmesí’
(algo que yo casi olvidé esta noche)
‘luego, araña las puertas o las paredes’.»
Dije: «Tú no volverías aquí nunca más,
si hubieras puesto a prueba a este sujeto.
Yo no tengo hogueras en el suelo…
¡Y, en cuanto a lo de arañar la puerta,
me gustaría que lo hubieses intentado!»
«La tercera se escribió para proteger
los intereses de la víctima,
y nos dice, según la recuerdo:
Tratadle con profundo respeto,
y no le contradigáis.»
«Esto es claro», dije yo, «como el agua
para cualquier entendimiento.
Sólo desearía que algunos fantasmas que he conocido
no olvidasen constantemente
la máxima a la que tú te has referido.»
«Quizá», dijo, «fue usted el primero que transgredió
las leyes de la hospitalidad.
Todos los fantasmas por instinto detestan
al humano que no trata a su invitado
con la debida cordialidad.
Si te diriges a un fantasma como ‘¡Cosa!’
o le golpeas con un hacha,
el rey permite olvidar
toda conversación formal…
¡Asegúrese de entenderlo!
La cuarta prohíbe entrar
donde otros fantasmas están acuartelados.
Y aquellos condenados por esto
(a no ser que por el rey sean perdonados)
deben inmediatamente ser castigados.
Esto simplemente significa ‘ser cortados en pedacitos’.
Los fantasmas pronto se unen de nuevo
y el proceso no duele casi nada …
No más que cuando a usted
‘le ponen por los suelos’ en una revista.
La quinta, usted preferirá
que la cite íntegramente:
El rey recibirá tratamiento de ‘señor’
de un simple cortesano,
es lo que exige la ley:
Pero, si uno desea hacer las cosas
con mayor formalidad,
diríjase a él como ‘Mi Rey Duende’
y siempre utilice, al responder,
la frase ‘Su Blancura Real’.
Me estoy quedando bastante ronco, me temo,
de tanto recitar.
Así que, si no tiene usted inconveniente, querido,
tomaré un vaso de cerveza amarga …
Creo que tiene un aspecto tentador.»
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