Fantasmagoría y otros poemas

CANTO IV: SU EDUCACIÓN


[Fantasmagoría]

«¡Oh, cuando yo era pequeño,
eramos muy felices!
Cada uno se sentaba en su lugar favorito,
chupábamos y mordíamos las tostadas con mantequilla
que nos daban a la hora del té.»

«¡Ese cuento ya existía!», dije yo.
«¡No digas que no,
porque es tan conocido como la Guía de Bradshaw!»
(El fantasma, nervioso, respondió
que él no lo sabía)

«¿No está en las Poesías Infantiles? Incluso
casi creo que es así:
‘Tres pequeños fantasmas estaban sentados
en su sitio’, ¿sabes?, y comían
‘tostadas con mantequilla’.

Tengo el libro, así que si tienes alguna duda…»
me volví para buscarlo en el estante.
«¡No revuelvas!», gritó. «Nos apañaremos sin él.
Ahora lo recuerdo todo.
Yo mismo lo escribí.

Salió en una publicación mensual o,
al menos, eso dijo mi agente.
Un personaje de la literatura, que lo vio,
pensaba que era bueno
para la revista que él editaba

Mi padre fue un duende, señor,
y mi madre era un hada.
A ella se le ocurrió
que los niños seríamos más felices
si a discrepar nos enseñaban.

Esta idea pronto se convirtió en manía
y, una vez puesta en práctica, ella
nos educó de diferentes formas…
Uno fue un duendecillo, dos fueron hadas
y otra un hada mala.

La Aparición y el Kelpie fueron a la escuela
y allí causaron muchos problemas.
Luego venían un duende y un espíritu necrófago,
y después dos gnomos (que rompieron la norma),
un duende y un doble …

«(‘Si esa caja del estante es de rape’,
añadió con un bostezo,
‘tomaré un poco’)… Luego vino un elfo,
después un fantasma (que soy yo)
y, por último, un gnomo irlandés.

[Fantasmagoría]

Un día algunos espectros por casualidad llamaron,
vestidos con el blanco habitual.
Me quedé allí y los observé en el vestíbulo.
Y no pude distinguirlos para nada,
porque ofrecían una visión tan extraña …

Me preguntaba qué demonios eran
los que parecían sól0 una cabeza y un saco.
Pero mi madre me dijo que no mirara
y entonces ella me agarró del pelo
y me dio un empujón en la espalda.

Desde entonces siempre he deseado
haber nacido espectro.
Pero ¿por qué motivo?» (dio un suspiro).
«Ellos son la nobleza de los fantasmas,
y nos miran con desprecio.»

«Mi vida de fantasma pronto empezó.
Cuando apenas tenía seis años,
salí con otro mayor …
y al principio todo me pareció divertido
y aprendí muchos trucos.

He visitado mazmorras, castillos, torres…
Allí donde me enviaban,
a menudo me sentaba y aullaba durante horas,
calado hasta los huesos por torrenciales chaparrones,
que caían sobre las almenas.

Ahora está bastante pasado de moda
gemir cuando empiezas a hablar.
Esto es lo más moderno en cuestión de tono…»
Y en ese momento (se me erizó todo el cuerpo)
dio un horrible chillido.

«Quizá», añadió, «para sus oídos
esto parezca fácil.
¡Inténtelo, querido!
Aprender me costó algo más de un año
de constante práctica.

Y cuando has aprendido a chillar, amigo,
y aprendes el doble sollozo,
te encuentras más o menos donde empezaste:
¡Sólo intenta farfullar!
¡Eso es como un trabajo!

Yo he probado y sólo puedo decir
que estoy seguro de que tú no podrías hacerlo,
incluso aunque practicases noche y día,
a no ser que tengas dones para ello
e ingenio natural.

Shakespeare, creo, fue el que habló
de fantasmas, en los tiempos antiguos,
los cuales ‘farfullaban en las calles de Roma’,
vestidos, si lo recuerdas, con sábanas…
Debían pasar frío.

Yo a menudo he gastado diez libras en tejido
para vestirme como un doble.
Pero, aunque eso da importancia,
nunca ha causado tanto efecto
como para que merezca la pena el esfuerzo.

[Fantasmagoría]

Largas facturas pronto apagaron el ansia
que yo tenía por ser gracioso.
Instalarse es siempre lo peor.
El montón de cosas que uno quiere al principio,
¡ debe hacerse con dinero!

Por ejemplo, una torre encantada,
con calaveras, huesos y sábanas,
luces azules para quemar (digamos) dos cada hora,
lentes para condensar de fuerza superior
y un juego de cadenas completo.

Todo esto junto con las cosas que uno debe alquilar…,
el ajuste de la toga…,
la comprobación de los fuegos de colores…
¡Hasta el mismo atuendo de cada uno agotaría
la paciencia del mismísimo Job!

Y encima el tan fastidioso
Comité de Casas Encantadas.
¡A menudo les he visto deshacerse en cumplidos con
un fantasma, porque era francés, o ruso
o incluso de la city de Londres!

Algunos dialectos encuentran oposición…
porque uno tiene acento irlandés,
y en ese caso, por todo lo que debes hacer,
te ofrecen una libra a la semana
y ¡uno se encuentra entre la espada y la pared!»

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