Camilo Rodríguez Chaverri
Así como el poeta Kavafis dice en su obra más famosa que lo más importante no es el final del camino sino el camino en sí, no es llegar a Ítaca sino lo que transcurre en el andar, lo más esplendoroso de mi trabajo con iglesias no son los templos en sí, sino otros templos que construye Dios con sus ojos, con sus manos, con su imaginación sin límites… Las montañas azules y verdes, los ríos cristalinos y musicales, las playas luminosas de mi país, los mercados y los parques…
Amo andar caminos. Eso es lo mío. Mi afición por fotografiar iglesias me ha llevado a conocer casi todos los caminos transitables del país. Y también algunos intransitables. Esos los he recorrido a pie, a caballo, en moto o en bicicleta. Recuerdo mi viaje a caballo a una comunidad indígena. También recuerdo mi viaje en bicicleta a una comunidad en Guanacaste, y un viaje en moto por la Isla Venado.
De los viajes a pie, son especialmente memorables tres. El viaje a Guanacaste de Buenos Aires de Puntarenas. Es una comunidad en medio de la zona indígena. Me caí de un puente y por dicha el río estaba lleno. De lo contrario, hubiera pegado en una piedra. También recuerdo mis viajes a pie al templo de San Isidro de Dota, uno de los sitios más remotos del país. Y los viajes a pie a la iglesia más pequeña de Costa Rica, en Barranquilla de San Ramón, desde las montañas de Montes de Oro. Caminé desde el Hotel Las Orquídeas, en las alturas de ese cantón puntarenense, donde está la frontera entre las provincias de Puntarenas y Alajuela. Después pude llegarle en vehículo, pero las primeras dos veces fui a pie.
Desde Monteverde
Hace unos días, recorrí dos de las rutas más lindas del país. Como siempre, las recorro visitando iglesias. Una es la ruta que va de Monteverde a Tilarán. Otra es la ruta que va de Monteverde a las Juntas de Abangares.
De Monteverde a Tilarán hay mucho paisaje hermoso. El camino no está tan mal. Uno pasa por las comunidades de Las Cañitas de Abangares, Los Tornos de Abangares, y en seguida por todos los pueblos de Tilarán que mencionaré a continuación: Turín, Cabeceras, El Dos, La Florida, San Miguel, Viento Fresco, Quebrada Grande. Terminé en la catedral de Tilarán. Si uno quiere llegar hasta la bajura, pasa por el pueblo de Los Ángeles de Tilarán y llega a Cañas.
Destaco el rescate que el pueblo hizo del templo de Turín, el colorido del templo de Quebrada Grande, el señorío de la catedral de Tilarán (es una de las tres iglesias en Costa Rica que conserva atrás o a un lado un corral, o una manga de corral, que se utilizaban en muchos de nuestros templos para recibir ganado donado por los vecinos para actividades de la Iglesia o para su construcción). El templo de Los Ángeles de Tilarán es diferente a todos los que hay en el país y el de Cañas tiene un enchape en cerámica distinto a todo lo que uno puede ver en templos de Costa Rica. Es obra del artista cañero y universal Otto Apuy Sirias.
El otro recorrido que hice fue de Monteverde a Abangares. Se pasa por pueblos remotos, de gente cálida, de coligalleros, ahí donde el monte esconde leyendas del oro, historias que ha estudiado y recreado literariamente mi amigo novelista Santiago Porras. Él no es católico ni creyente de religión alguna, pero anduvo conmigo tomando fotos de templos por estos caminos. En mi más reciente viaje por la zona descubrí un templo en un pueblo que no conocía y cuyo nombre celebro: Campos de Oro.
Las rutas más complicadas
Vamos a mencionar ahora las rutas más complicadas.
Quiero comentar algunos de los caminos más bonitos que he tenido que recorrer por mi tarea tan agradable de fotografiar más de tres mil templos de Costa Rica.
Me llaman la atención sobre todo los caminos agrestes, las rutas poco exploradas del país.
Menciono algunas de ellas a continuación. Quiero empezar por los cinco caminos más difíciles que he recorrido en Costa Rica. El primero de ellos es el camino que va de San Isidro de Pascua de Siquirres a El Torito de Santa Cruz de Turrialba, en las faldas del Volcán Turrialba. Implica cruzar de la provincia de Limón a la provincia de Cartago. Si uno viene de Siquirres, toma el camino que pasa por La Alegría y por San Isidro. Poco más adelante está el pueblo de Pascua y hacia Turrialba ahí está la entrada para ir a San Isidro de Pascua. Si usted viene de Turrialba, se pasa por Santa Teresita, y de ahí se baja por pueblos como San Ramón y Corralón. Aparte de la belleza del paisaje, lo más simpático del recorrido es que a la orilla del camino está la cantina con el nombre más sugerente de todo el país: se llama «La Pulga Renca». El camino que les menciono, difícil, casi inaccesible, casi intransitable, va de San Isidro de Pascua por la pura loma de las montañas, por el espinazo de la tierra, a salir a las faldas del Turrialba. Hubo un trayecto en que pensé que hacía años nadie pasaba por allí. El camino estaba tomado por un pastizal enorme. Esa es la mejor señal de que nadie pasaba en vehículo.
El segundo camino complicado va de Tarrazú a Quepos. Si uno viene de Tarrazú, pasa por Nápoles. Se baja hasta llegar a Santa Juana de Tarrazú. Un par de veces he creído que no podré cruzar en mi vehículo. Un par de veces he pensado que me tocaría pasar la noche dado lo malo del camino. En esta vía uno cruza de la Zona de los Santos, que es parte de la provincia de San José a la costa de la provincia larga y delgada de Puntarenas.
Otro camino de muy difícil acceso (el tercero que menciono) está entre las montañas de Montes de Oro y las de San Ramón, en el límite entre Puntarenas y Alajuela. De Miramar se sube a un montón de pueblos que terminan en «-al», como Cedral y Palmital. Poco antes de llegar arriba, se puede cruzar a la izquierda para llegar a Arancibia. Al otro lado del lomo de ese animal vivo que es la montaña está el templo más pequeño de Costa Rica, en Barranquilla de San Ramón; así como la capilla más pequeña de Costa Rica en Carrera Buena, población también de San Ramón.
Hay un cuarto camino de muy difícil acceso, entre Orosi de Paraíso y Tucurrique de Jiménez. Aunque de manera menos dramática que entre San Isidro de Pascua, en Siquirres, y El Torito, en Turrialba, en todos estos caminos, se nota que pasan muy pocos vehículos puesto que el pasto está incluso en el centro de la calle.
La quinta de estas rutas entronca con otra que mencioné antes. Va de San Ramón a San Antonio Zapotal. De Piedades Sur para adelante no hay asfalto. Se pasa por Quebradillas de Piedades Sur y hay un desvío a la derecha. Si se toma a la izquierda se llega a El Salvador y a Carrera Buena. Lo que sigue pertenece a Esparza: Peñas Blancos, Cerrillos y San Jerónimo.
El camino está especialmente malo sobre todo de Carrera Buena a San Antonio o por la ruta que va cerca de El Socorro. El distrito Zapotal se gana el primer lugar de todo el país como el distrito con los peores caminos. Creo que no tiene ni dos kilómetros de asfalto.
Más y más caminos malos
Quiero mencionar cuatro más. O sea, vamos con el sexto: el camino que va a San Isidro de Dota, que es subiendo por Naranjito y Londres de Quepos. Me quedé botado dos veces. Caminé para llegar al templo. Llegué arriba hasta el tercer intento.
Sétimo: el camino mencionado que va entre San Jerónimo de Esparza y San Ramón. En un atardecer, me quedé pegado con mi vehículo cuatro por cuatro y amanecí ahí. A la mañana siguiente sacamos el vehículo que estaba pegado en un barreal gracias a que un campesino vino en mi auxilio con unos bueyes.
Vamos con otro, que me llevó a un templo del que debo escribir un artículo aparte. Se trata del templo que más me costó encontrar. Yo sabía que existía porque vi fotos, pero por mucho tiempo creí que era un templo de un costarricense que vivía fuera. Dejemos lo demás para el otro artículo. Sólo diré que me costó tres intentos el llegar hasta ahí. Mi amiga y colaboradora Berta Cristina Elizondo lo descubrió, encontró su ubicación, y yo me volví loco por ir. Quería ir ya ya ya ya…
Se trata de la Capilla de las Nubes, en Olán de Buenos Aires, de las reservas de Ujarrás y Salitre para arriba, buscando llegar al cielo.
También son hermosos y están en mal estado los caminos que van de Acosta a Parrita, pasando Sabanas, Colorado y Caspirolas; de Puriscal al hotel Villa Lapas (donde hay un templo precioso), por La Gloria; por toda la zona baja de Turrubares, Las Delicias y Bijagual, hasta la costa en Jacó.
Mención por aparte merece el camino a Soncuano o Soncuaco de Acosta, donde creí que iba a perder el carro o la vida porque me quedé pegado en un barreal del demonio con un guindo a la izquierda y otro guindo a la derecha.
No puedo dejar de mencionar los caminos empedrados entre Pejibaye de Pérez Zeledón y la zona indígena de Buenos Aires, pasando por El Águila de Pejibaye, Concepción de Pilas y Guagaral. Tampoco quiero dejar por fuera los caminos de la zona alta de Buenos Aires, que cruzan pueblos tan hermosos como Biolley. Ni puedo dejar por fuera el camino que va al lado de la frontera con Panamá, y que pasa por un montón de pueblos de Coto Brus que llevan como primer nombre la palabra Fila, que significa montaña para los campesinos panameños. Ahí están Fila Tigre, Fila Guinea, Fila Méndez y Fila Naranjo.
Es particularmente agreste el sistema de vías del distrito Pittier de CotoBrus.
Hay otro camino inhóspito entre Llano Bonito de León Cortés y la costa, pasando por el pueblo casi fantasma de Parritilla de La Legua de Aserrí, donde está uno de los templos más lindos y misteriosos de Costa Rica, y por donde se llega a Bijagual de Aserrí.
Y un caso curioso es el que lleva a Amubri de Talamanca, donde dos curas alemanes hicieron una labor extraordinaria. Ahí hay hasta estación de radio pero no hay puente, por lo que uno tiene que dejar el carro a la orilla del río (no muy a la orilla porque «las llenas» ahí son como cocodrilos, y todo se lo devoran) y después de cruzar en balsa, hay que seguir a pata, como dice nuestro pueblo, o en el carro de Don Fernando, un rato a pie y otro rato andando.
Tampoco puedo olvidar el camino que va de Cuipilapa de La Fortuna de Bagaces (donde está el templo más bonito de la provincia de Guanacaste) a la comunidad de Río Chiquito.
En todos estos casos, el común denominador es la belleza del paisaje. Todos estos caminos son como devolverse en el tiempo. Hay muy pocas casas, poblados diminutos, y un puñado de iglesias mágicas.
La pobreza y el abandono
Las zonas de caminos intransitables que más me sobrecogen están en los distritos de Pocosol y Cutris, en San Carlos, así como en los (también) cantones fronterizos de Los Chiles y Upala. No olvido pueblos como Coquitales, Medio Queso, Isla Chica, El Cachito, El Concho, Tirizias, pero no los recuerdo por los templos sino por la pobreza. Mi amigo Juan Carlos Bolaños, conocido en la Zona Norte como Flecha, periodista intrépido, ha bautizado esa zona como «África Tica». Hay 37 pueblos sin luz eléctrica, sin agua potable, sin servicio de bus. Viven en la pobreza.
Menos rudas
Hay rutas que tienen mejores vías, pero siguen siendo agrestes, como de Ipís a Llano Grande por Rancho Redondo, de La Alegría de Siquirres a Santa Teresita de Turrialba o de La Suiza a Grano de Oro.
Una ruta que uno no puede obviar es la que va de Bribrí a Amubri. Dos curas alemanes dejaron un gran legado en Amubri. Hay hasta emisora cultural. Pero no hay puente. Hay que dejar el vehículo a este lado del río, cruzar en balsa, panga o bote y seguir a pie.
Dos circuitos cerrados son mágicos: se trata del recorrido de los seis pueblos de Isla Chira y la vuelta por Isla Venado.
«Al suave»
Hay rutas muy bellas y que son cómodas. Por ejemplo, andar todo el Occidente del Valle Central: de Alajuela a Poás, de ahí a Grecia, y luego vienen Sarchí, Naranjo, Palmares, San Ramón y terminamos en el parque más bonito de Costa Rica, el de Zarcero. O bien en las faldas de los volcanes Irazú y Turrialba, pasando por Cot, Tierra Blanca, Llano Grande, Potrero Cerrado, San Juan de Chicuá, y después por Pacayas, Santa Teresa, Capellades, hasta Santa Cruz.
Me gusta el recorrido de La Cruz, Guanacaste, a Guápiles. Se pasa por Upala, San Carlos y Sarapiquí. Es un viaje por entre miles de verdes. También me gusta el viaje de Guápiles a Tilarán. Se cruza Sarapiquí y San Carlos.
También de Alajuela o Heredia a Puerto Viejo de Sarapiquí por Varablanca. Y de Cartago a Siquirres por Cervantes y Juan Viñas. Otra ruta lindísima va de Santa Rosa de Oreamuno a Pacayas, pasando por San Pablo, San Rafael de Irazú y San Isidro de Irazú. Y por supuesto que hay rutas agrestes cerca de los mejores sectores de playas del país: de Limón a Manzanillo, pasando por Cahuita, Puerto Viejo y Cocles; en el sector de Zancudo y Pavones, en Golfito, y cruzando la Península de Nicoya, pasando pueblos preciosos y playas espectaculares, como en Punta Coyote.
No podemos dejar de mencionar la ruta de Golfito a Puerto Jiménez, dándole la vuelta a la Península de Osa.
Estoy deseando que abran la carretera por El Sifón, en medio de nubes, en lo que será la ruta nueva a San Carlos, y de Guápiles a Oreamuno. De la casa de mis papás, en Guápiles, a la casa de mi hija María Pía, en Cervantes, habrá sólo veintiún kilómetros.
Esto de andar caminos, de husmear por aquí y por allá fotografiando iglesias me ha deparado las experiencias más cautivantes de la vida.
Pero si me ponen a escoger, me quedo con los caminos malos. Sólo la experiencia de ser padre supera lo que he conocido, experimentado y vivido en los pueblos más remotos de mi país.
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