Cuentos de Maravilla

Somba burla al Rey


Somba burla al rey

El rey de la selva, Uegonaba, el león, publicó el siguiente bando: «Se prohibe en lo sucesivo, a todos los animales del bosque, comer uvas. Ese derecho me lo reservo para mí que soy el Rey.»

Somba, el conejo, lo oyó y dijo: —Los demás animales harán lo que quieran, a mí me es igual; pero precisamente ahora, será cuando yo coma más uvas.

Fue al bosque y comenzó a tirar de las lianas y de las ramas, soltándolas con fuerza, de manera que hacían un gran ruido. Uegonaba lo oyó y vino corriendo y al encontrarse con Somba le preguntó: —¿Qué ruido es ese?

Somba le contestó: —¡Qué dicha que hayas venido!, porque sólo tú puedes salvarme la vida. Ya has oído el primer empuje del viento. Dentro de poco estallará una gran tempestad, el huracán se llevará a todos los animales; hasta el elefante será arrastrado como una hoja.

Uegonaba se llenó de miedo y dijo: —Eso no es posible; antes hay que atarme a mí que soy el Rey. Atame en seguida. Somba obedeció y con lianas y bejucos lo ató a un árbol. Allí dejó al Rey, y sin preocuparse más, se internó en el bosque y se comió todas las uvas.

Uegonaba estuvo mucho tiempo sin poder moverse. Por fin, las Termitas compadecidas comenzaron a roer las lianas y bejucos con que estaba atado.

Poco tiempo después, Uegonaba daba una gran fiesta con toda clase de diversiones a la que invitó a todos los animales del bosque.

Somba se dirigió a Kango, el pelícano, y le dijo: —He oído una novedad importante; préstame tu vestido para que me lo ponga. Kango le dio su vestido a Somba. Luego Somba corrió en busca de Buruogo, el faisán, y le dijo: —Préstame el bonito sombrero que llevas en la cabeza. He oído una novedad importarte y quisiera estar presente. Para ir bien vestido me hace falta tu sombrerito. Buruogo se lo prestó, Somba se presentó al palacio del Rey con el traje de plumas de Kango y el sombrero de color de Buruogo. Dijo al entrar:

—Buenos días, señor Rey. Soy el hijo de las Termitas, y me he atrevido a venir a la fiesta de tu cumpleaños porque has invitado a todos los animales.

—Eso está bien—, dijo el Rey. —Tu padre me libertó cuando el perverso Somba se burló de mí dejándome atado a un árbol. Y agregó después: —En reconocimiento a tu padre quiero recibirte y atenderte con todo gusto.

Uegonaba mandó obsequiar a Somba con vinos exquisitos y ricos manjares y además le destinó una excelente cama donde el conejo se acostó y se durmió profundamente.

La mujer del Rey pensó: —»El huésped, el hijo del pequeño Termita, lleva mucho tiempo durmiendo; ¿no será que está enfermo? Voy a ver lo que le ocurre.»

La mujer entró en la habitación. Somba estaba dormido v el sombrero se le había caído de la cabeza. La mujer lo vio con la cabeza, desnuda y pensó: —Es chocante que el hijo del pequeño Termita tenga orejas como las de Somba. Voy a decírselo al Rey. Se fue en busca de Uegonaba y le dijo: —El huésped no es el hijo del Termita; es Somba; basta verle las orejas. —No puedo creerlo—dijo el Rey—. Mandaré un emisario a que lo vea. Al volver el emisario dijo: —Está dormido, se parece a Somba, se conoce por las orejas. Uegonaba asustado ordenó a sus soldados dar a Somba de palos hasta matarle e hizo rodear el palacio de perros, para que éstos acabaran con Somba a mordiscos, sí lograba escapar.

Cuando los soldados entraron en la habitación despertó Somba y tomando su mochila saltó sobre ellos, y escapó. Los perros lo persiguieron, pero cuando Somba tuvo muy cerca al primer perro, le tiró un hueso que éste arrastró a un lado y se puso a roer. Un perro tras otro fueron así apartándose. Al final quedaba sólo un perro viejo que hasta entonces no había querido coger ningún hueso, pero Somba sacó del saco un hueso con un gran pedazo de carne y se lo fue enseñando largo rato, despertando en él el hambre. Este perro cogió por fin el hueso y se apartó de Somba. Durante un buen rato se vio libre de sus perseguidores; pero cuando estaba muy cerca del bosque salvador, y en el momento en que iba a saltar dentro de la selva, el perro viejo lo cogió por la pata trasera. Somba se echó a reír y dijo: —¡Muerdes un trozo de madera teniendo tan cerca mi pie! Entonces el perro soltó la pata de Somba y pescó una rama seca. Somba desapareció en el bosque.

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